La evaluación de impacto social en proyectos de energía renovable: más allá de la sostenibilidad ambiental
Introducción
La transición energética avanza con rapidez. Los proyectos de energía renovable —eólica, solar, hidráulica— se multiplican como respuesta urgente a la crisis climática y a la necesidad de reducir emisiones de gases de efecto invernadero. Sin embargo, la sostenibilidad no puede medirse solo en términos técnicos o ambientales. Cada proyecto transforma territorios, economías locales y relaciones sociales. Aquí es donde entra en juego la evaluación de impacto social (EIS): una herramienta clave para asegurar que la transición energética sea también justa e inclusiva.
¿Qué es la evaluación de impacto social?
La EIS es un proceso sistemático que identifica, prevé y gestiona los efectos que un proyecto genera sobre comunidades y territorios. Va más allá de medir impactos ambientales o económicos, poniendo en el centro a las personas y sus modos de vida. Se trata de reconocer que una obra de infraestructura o un parque renovable no llega a un “territorio vacío”, sino a espacios donde existen dinámicas sociales, productivas y culturales.
En la práctica, una EIS busca responder preguntas como: ¿quién gana y quién pierde con este proyecto? ¿Qué oportunidades de desarrollo se abren y qué riesgos de exclusión aparecen? En esta línea, organismos internacionales como el Banco Mundial, la OIT o la Agenda 2030 de Naciones Unidas promueven que las evaluaciones sociales formen parte integral de los proyectos de desarrollo.
Resumen ejecutivo
La relevancia en proyectos de energía renovable
Las energías renovables son presentadas como limpias y necesarias, pero no son neutras en lo social. La instalación de parques eólicos, fotovoltaicos o minihidráulicos genera múltiples transformaciones en los territorios donde se implantan.
La EIS permite equilibrar estas dinámicas, maximizando los beneficios y minimizando los riesgos para las poblaciones locales.
Metodología y buenas prácticas
Una Evaluación de Impacto Social se construye a través de un proceso que inicia con la identificación de actores y la delimitación del área de influencia social, continúa con un diagnóstico socioeconómico del territorio y la valoración de los impactos potenciales, y culmina con el diseño de medidas de mitigación o potenciación, siempre acompañado de mecanismos de participación y comunicación que aseguren transparencia y diálogo con las comunidades involucradas.
Aunque no existe un modelo único, las metodologías de EIS comparten algunos pasos clave:
Las buenas prácticas señalan que la EIS debe hacerse de forma participativa, adaptada a cada territorio, y con resultados públicos. Cuando este proceso falla o se convierte en un simple trámite, los proyectos enfrentan resistencias, conflictos sociales o pérdida de legitimidad.
Retos y oportunidades
Uno de los grandes desafíos es la aceptación social de las energías renovables. Aunque existe consenso sobre su necesidad, las comunidades locales reclaman mayor equidad en la distribución de beneficios. Demasiadas veces las ganancias se concentran en grandes empresas, mientras las poblaciones cercanas perciben más impactos negativos que positivos.
Frente a ello, la EIS abre oportunidades concretas:
- Diseñar planes de inversión socialvinculados a las necesidades locales: educación, vivienda, transporte, servicios básicos.
- Impulsar empleo verde de calidad, con formación específica para jóvenes y mujeres en el territorio.
- Promover iniciativas de economía localrelacionadas con el turismo sostenible, la agroindustria o la gestión ambiental.
- Establecer mecanismos de gobernanza compartidaque den voz real a comunidades, instituciones y empresas.
La clave está en asumir que cada territorio tiene particularidades sociales y culturales, por lo que no existen recetas universales.
Concluyendo…
La transición energética no será justa si se limita a instalar aerogeneradores o paneles solares sin considerar a las personas que viven en los territorios. La evaluación de impacto social es una herramienta para transformar la relación entre comunidades, instituciones y empresas, y para garantizar que las renovables sean motor de cohesión social además de reducción de emisiones.
Lejos de ser un trámite, la EIS puede convertirse en un puente hacia modelos de desarrollo más inclusivos. Si se hace con rigor y participación, ayudará a que los proyectos renovables no solo sean ambientalmente sostenibles, sino también socialmente justos.